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Un reconocido Wedding Planner publicó en facebook la fotografía de un sector decorado del salón de fiestas, acompañada por unas palabras que, según mi criterio, componían con exquisita perfección la elegancia del disparate. El texto revelaba en qué medida y de qué manera se transfigura el propósito de algunos festejos, impregnándolos de vacuidad y esnobismo.

Si a punto de contraer matrimonio, celebrar un Bar Mitzvá o una fiesta de Quince Años, por citar algunos momentos significativos, aceptamos como verdad que lo trascendente gravita en la equidistancia de las sillas Tiffany, en la “perfecta tonalidad” que tamizan las lámparas de vidrio soplado de las arañas, en la sonrisa aséptica y postura marcial de los integrantes del equipo planificador o en los toques etéreos de las Gypsophilas elegans sujetas a las patas de las mesas, entre otras banalidades, estamos en un verdadero problema.

Las redes sociales poseen mucho de aquel enunciado que anotara Jean Paul Sartre en su novela filosófica La Náusea. El escritor formulaba que sólo era necesario y suficiente contar el suceso o detalle más trivial para convertirlo en aventura. 

Del mismo modo que una boda, las celebraciones de Quince Años, Bat Mitzvá y Bar Mitzvá en mujeres y varones judíos, Comunión o Bautismo, que significa sumergirse y emerger, constituyen ritos de paso o de pasaje. Representan la transición de una condición a otra y, en el contexto, lo fundamental escapa a lo frívolo para reforzarse en los estados afectivos y las emociones individuales.

Es cierto que no todos desciframos el mundo de igual modo y existirá un buen número de personas que interpretará “lo relevante” conforme a principios que no son los míos, pero también lo es que ese licuado de kitsch y chamuyo que apenas cito en el segundo párrafo, bien podría intentar una difícil justificación de los desmesurados honorarios de algunos Event Planners.

Acepto que para determinadas familias, y por motivos de diversa índole, la asistencia de una persona con experiencia en planificación de fiestas pudiera constituir una elección conveniente. Conozco el magnífico trabajo que llevan adelante algunos organizadores de eventos, por ello no aconsejaría a mis clientes negociar con aquellos otros que, enfrascados en la apología de la pose y el ensalzamiento de lo trivial, tienden a instalar la idea de que su presencia y su “gusto”, desde el inicio, serán necesarios e imprescindibles para construir la “fiesta perfecta”, desestimando tanto la pericia del personal de apoyo y diagramación dispuesto por el salón como del resto de los profesionales contratados.

Me apresuro por acercar una sincera felicitación cuando considero elogiable la idea desarrollada por un organizador competente. Respeto a los talentosos, admiro a los sensibles, a los que dejan el alma en el proyecto y detesto a aquellos que pretenden sobresalir acaparando méritos ajenos. Aun así, y en lo personal, no permito que los coordinadores de eventos se entrometan en mi tarea. 

A mis clientes y amigos, un buen consejo; compuesto por pequeñas experiencias atesoradas a lo largo de veinticinco años de labor audiovisual: Nunca apruebes que, en la fiesta que estás organizando, lo superfluo pase a definir lo esencial.

Ariel García
Realizador Audiovisual

Filosofía del Video Social / Proyecto de Ariel García

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