11224818_637579273048247_1755931698370491337_nEntrevista a Ariel García,

Realizador Audiovisual / El Videasta y Su Entorno

 

Ariel García nació en Rosario, Argentina (1960). Ejerce el oficio de realizador audiovisual, de manera continua e independiente, desde el año 1990. Integrante de la Sociedad de Fotógrafos y Videastas Profesionales de Rosario.

Su estudio abarca una amplia diversidad dentro del plano de la realización audiovisual, entre las que destacan la composición de cortometrajes, construcción de videos institucionales y estructuración de guiones. Se ocupa, además, de cubrir gran parte de la franja donde podríamos situar los eventos “sociales” (aunque, según sus palabras, casi cualquier evento lo es).

Ha escrito Guías y Tutoriales, abarcando diferentes temas técnicos dentro del universo audiovisual y lleva publicados más de ochenta artículos en los que reflexiona respecto al realizador de videos y su entorno. Desde el mes de marzo, Ariel García, forma parte del staff de colaboradores de la revista Punto Magazine, sitio donde cada lunes publica sus escritos.

 

Punto Magazine: ¿Cuándo y por qué nace la idea de sumar tus artículos al contexto de la realización audiovisual?

Ariel García. Mi propensión a la literatura fue un componente significativo para que la idea de compartir, con mis compañeros, reflexiones y posturas, buscara proyectarse por medio del artículo y el relato; luego, tendencia literaria y convicción de haber hallado en el artículo una vía conveniente para el propósito, tornarían en acción concreta, en texto publicado. Sostengo que con la palabra escrita también es posible trasladar y reformular conceptos relacionados con el entorno, lo que presupone, en cierto modo, que yo apuesto por la fuerza de la palabra como recurso transformador de ideas, por lo menos en principio. Luego, y entendiendo que no todos los actos humanos se reducen o circunscriben sólo a su terreno, llegarán las reflexiones conjuntas y las obras, los debates y las reformas necesarias.

 

Punto Magazine: En uno de tus artículos, “El cazador audiovisual”, respaldas la noción de que el trabajo es el sustituto de la caza, llegando a deducir que, en el ámbito de los realizadores de videos, “la videocámara sería sucedánea del arma y la imagen de la presa”. En ese contexto ¿qué lugar ocuparían tus artículos?

A.G. En ese mundo de representaciones que evoca el artículo que refieres, yo anhelaría que mis textos simbolizaran las reflexiones del cazador primitivo que, habiendo “cocido e ingerido la presa”, se ha sentado en la orilla del río; que significaran los razonamientos y las meditaciones que, aun con fonética y gestos elementales, se arriesga a compartir con el “grupo cooperativo cazador”. Sin olvidar mis limitaciones, siempre he intentado que mis escritos aportaran un grano de arena e incentivaran el espíritu crítico.

 

Punto Magazine: Querría conocer tu pensamiento sobre tres temas puntuales, relacionados con el mundo del videógrafo.  Si te parece bien, me gustaría comenzar con: “Arte”. ¿Cuál es, para ti, su importancia dentro del terreno de la construcción audiovisual? ¿Cuándo consideras que un profesional del video lo ha podido alcanzar?

A.G. En septiembre del año pasado se realizó aquí, en Argentina, el Primer Encuentro de Realizadores Audiovisuales, una idea de la Sociedad de Fotógrafos Y Videastas Profesionales de Rosario; cuatro personas disertamos en él. En aquel momento, narré al público una breve historia que me gustaría reproducir aquí, y con ella, dejar mi respuesta a tus preguntas. En una ocasión, un productor televisivo de mi ciudad, me dijo:

—Ustedes (cuando dice “ustedes” se refiere a los realizadores de videos “sociales”), lamentablemente nunca van a poder construir un producto marcadamente artístico debido a que éste está condicionado por un valor comercial. Ustedes necesitan, sí o sí, cobrar el trabajo, convertirlo en remunerativo, el tiempo los corre y no pueden permitirse las licencias de un artista.

Esto es ridículo, una deducción torpe y obtusa. Salvando las distancias, pero manteniendo la dirección del concepto, acaso los grandes artistas: Leonardo, El Greco, Boticcelli… ¿no trabajaban por encargo, cobrando por sus obras? El Greco tuvo, incluso, un altercado con el párroco de la Iglesia de Santo Tomé, quien le había encargado la que hoy es considerada su obra más conocida: El entierro del conde de Orgaz. El párroco había considerado excesiva la tasación de la pintura en 1.200 ducados, lo que determinó una nueva tasación aún mayor (1.700 ducados); ante este hecho, el miembro de la iglesia la declaró nula y decidió pagar al Greco el importe inicial.

Traigo esta anécdota, relatada en forma breve e incompleta, para desterrar la idea, a veces extendida, de que “arte” y “valor comercial” están peleados a muerte. Cuando los realizadores audiovisuales, por medio de nuestra obra, con su estética y su dinámica, logramos, entre otras cosas, mover o despertar emociones en el cliente estamos acariciando una manifestación artística; y esto puede lograrlo, ante todo, un videasta sensible; no importa el status social, no importa si nosotros consideramos mediocre o sublime su trabajo, sólo importa la comunión que entre él y su cliente se ha celebrado, ya que éste, el cliente, ha podido llegar por medio de un producto audiovisual a una conmoción afectiva, intensa o breve, no interesa: el realizador ha impresionado al cliente, éste ha podido apreciar cómo el acontecimiento se completa desde los ojos del otro, los ojos del realizador de videos; el trabajo del realizador ofrece una nueva perspectiva a la memoria del cliente.

Cuando, al citar las palabras del productor televisivo, agrego entre paréntesis realizador de videos “sociales” lo hago entendiendo el término en su acepción coloquial, porque si aceptásemos el concepto en toda su longitud debiéramos admitir que “video social” podría englobar a la inmensa mayoría de los existentes, incluso los que han registrado la actividad de una colonia de abejas.

 

Punto Magazine: Estilo.

A.G. Una manifestación, engendrada o descubierta por la inventiva, que ha logrado evolucionar, multiplicarse y mutar parte del escenario. Una expresión estética de naturaleza perenne, muy propensa a brillar y luego esconderse por largos períodos de tiempo, lo que no significa que desaparezca para siempre; en cualquier momento, podemos volver distinguir sus rasgos lejanos en tendencias nuevas y dispares.

En nuestro ámbito, un estilo se debilita cuando la reiteración desmedida y monótona lo carga con un enorme peso desfavorable y esa sensación es fijada como valor de verdad dentro del colectivo; estoy refiriéndome a que, según mi posición, la corriente pierde vigor cuando la imagen deprecia su condición de intercambio y deja de asombrar, quizá, también, de emocionar. Cada estilo revela una cosmovisión y, en cierto modo, una forma obligada de ver e interpretar el acontecimiento. Y con esto recuerdo a Bajtín, con quien el lenguaje (para nosotros la expresión audiovisual) adopta la forma de un arma social “refleja la realidad, pero también la construye y la determina”.

 

Punto Magazine: Profesional.

A.G. Yo he hecho de la realización de videos mi profesión; según esta aseveración su ejercicio me convertiría en un profesional, aunque tal vez podríamos convenir en que esta posición, de por sí, no es sinónimo de idoneidad. En otras palabras: el mero hecho de practicar un oficio y la pretensión de seguir haciéndolo (mientras estas acciones no vayan acompañadas de otros atributos) no significa que estoy calificado para ejercerlo adecuadamente en todos sus aspectos.

Algunos colegas y amigos, consideran que los realizadores debiéramos ser evaluados sólo por el fruto de nuestro trabajo, desechando cuestiones laterales al oficio; he aquí una de las diferencias, ya que podemos no coincidir con los límites abarcados por lo “lateral”. Mi respuesta a ello siempre ha sido que la totalidad de esa consigna podría tener relativa validez tratándose de manifestaciones donde el creador trabaja sumido en cierta soledad (un escritor, por ejemplo) pero que en nuestro caso, donde muchos nos involucramos en diferentes niveles dentro de las relaciones personales, lo que nos convierte en “profesionales idóneos” es una conjunción de cualidades, entre las que tienen gran peso la capacidad para tratar y respetar a las personas con las que mantenemos un trato dentro del ámbito comercial, la buena predisposición que manifestamos ante cambios de rumbo o imprevistos, nuestra capacidad para “ver” y “valorar” el mundo del otro… en fin, no sólo lo referente al espacio técnico o de la estricta ejecución.

 

Punto Magazine: Podríamos coincidir en que, en los últimos años, la tecnología ha puesto en manos del videógrafo herramientas que le permiten alcanzar, en verdad, magníficos resultados. ¿Crees tú que con ella basta? ¿Se ha transformado la faz tecnológica en la pieza más importante de la composición audiovisual?

A.G.  Nadie podría negar que la tecnología logró acercar, también a los realizadores audiovisuales, magníficas herramientas para el desempeño de su labor; pero, según mi criterio, no debiéramos abrochar a sus acelerados pasos la totalidad de nuestros empeños.

Muchos, entre los profesionales interesados por avanzar en esta actividad, entendemos que invertir en conocimientos y equipos es también un esfuerzo por acrecentar el capital fundamental al servicio de quienes llegarán a contratarnos. Sin embargo, en ciertas ocasiones, nuestra excesiva preocupación por lo técnico termina descuidando otros aspectos no tan palpables pero igualmente importantes, lo que determina de algún modo una pérdida del equilibrio; estoy refiriéndome a que, en muchas, muchas circunstancias, intentamos acentuar aspectos que el cliente podría no valorar o, sencillamente, no vino a buscar especialmente.

Si me pidieras manifestar cuál es, para mí, el valor que no debiera subestimarse ni dejarse jamás de lado desde que ha iniciado el proceso de la construcción audiovisual, no dudaría en nombrar: la sensibilidad. La sensibilidad del realizador. Quizá existan estrategias puntuales para prescindir de ella, pero tratándose de una condición que encierra cierta intimidad desconfío del éxito de tales posibilidades; buena parte de lo recogido con nuestra cámara, en la mayoría de las celebraciones, será recuperado más tarde en forma de felicidad, y esto es algo tan hondo que no se puede definir y mucho menos reglar. Que otros revivan una racha de esas emociones en la atmósfera de la película es, para mí, una pretensión y un propósito; sospecho que si como compositores no lo logramos, la ceguera del espectador podría tornarse en el mejor cómplice de su olvido y también de nuestra decepción.

 

Punto Magazine: He leído respecto a la importancia que das a la literatura en la realización de videos, ¿por qué la consideras relevante en este campo?

A.G. Es cierto, he escrito bastante al respecto. Aún sigo sosteniendo que leer nos abre el camino para el ejercicio de la representación, acercándonos una idea más ordenada en lo referente a la concatenación de los planos y esquemas visuales, ya que pudimos imaginarlos, antes, inmersos en la lectura de algún libro. El universo literario posee muchos puntos de contacto con el videasta y su tarea. El expresionismo, las atmósferas densas o distendidas, la visión del mundo y el tipo de indagación reflexiva, como algunos de los innumerables componentes de una novela, podrían convertirse en recursos de provecho frente a la necesidad de vertebrar un guión; en tal caso los procedimientos asimilados en la lectura simplificarán las distancias.

 

Punto Magazine: Existen videógrafos que centran su mayor preocupación en el conjunto de las imágenes, relegando al sonido a un plano menor ¿qué piensas tú respecto a esto y al agregado de música a la imagen?

A.G. Imagen y sonido son, como sabemos, componentes cuya naturaleza no siempre permite la combinación; pero me gustaría ir más allá de este evidente concepto. Considero el agregado de música a la imagen dinámica una alternativa importante e indispensable cuando entiendo, por supuesto, que el caso lo amerita; pero es posible que aun afinando nuestro criterio en la elección de los temas no logremos, en todos los casos, despertar en el público las reacciones imaginadas. Me sucedió una vez, compaginando una antigua filmación familiar protagonizada por chicos, en Súper 8, que pretendiendo revivir parte del sentimiento pasado decidí acompañar las imágenes con una composición dulce, más tarde algunas personas del entorno juzgaron que el ritmo musical debió ser rápido pues esa sería la forma en que reavivarían la alegría de aquel momento. Mi verdadera intención había sido traer la emoción agradable y, sin embargo, dejé la melancolía. No siempre basta un sonido claro, limpio y perfectamente audible.

Adivino en el material sonoro una esencia menos gobernable que la que compone la imagen. Un niño no estructura una frase completa hasta los dos o tres años, más o menos, sin embargo en todo ese tiempo creemos comprender lo gestual.

La figura del cantante no tiene el mismo hechizo que su canto. El lenguaje oral es tardío, transmite sensaciones que cada uno de nosotros suma a sus disímiles representaciones. Todo sonido es mágico para el hombre; esta impresión tal vez tenga su génesis en la necesidad primitiva de asociar fonemas a una idea o cosa específica y al desarrollo de esta conducta en la manifestación del pensamiento. Si mi presunción fuese correcta, en este aspecto se hallaría buena parte de la naturaleza imprevisible del sonido, como la dificultad para alcanzar cierta “universalidad” en el plano de nuestras percepciones, aspiración que, a pesar de la diversidad cultural, podríamos acariciar en mayor medida con la imagen.

 

Punto Magazine: Te gustaría añadir algo para terminar.

A.G.  Sí; en primer lugar quiero dejar mi gratitud al grupo que compone la revista Punto Magazine por dar un espacio a mis reflexiones, y un reconocimiento especial para Mónica Pucciarelli, por la cortesía y la cordialidad que la caracterizan.

Para concluir, y en otro orden, instar a mis compañeros realizadores a agruparse, a conformar sociedades o entidades que los representen y respalden, donde la fuerza del grupo constituya un verdadero apoyo; exhortarlos a unirse para compartir antes que alejarse para conservar y a no olvidar aquello de que “la unión hace la fuerza”, una frase que, debido a la combinación precisa de sintaxis y vigor de contenido, no pudo desgastar la repetida pronunciación. Hasta pronto.

 

Punto Magazine agradece a Ariel García por compartir sus conceptos desde este espacio.

 

Ariel García

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