photo SOCIALEROFINALPFACEBOOK_zpsd9accb44.jpg

La semana pasada, en un festejo multitudinario donde algunos camarógrafos trabajábamos, encontré a un realizador que hacía tiempo no veía. ¿Cómo estás?, lo sorprendí. Mi compañero, con una mueca que oscilaba entre la arrogancia y la vergüenza, respondió que estaba muy bien; un segundo después, se esforzaba en explicarme que había ido a ese lugar sólo para cumplir con el pedido de un amigo al que no podía defraudar, que lo suyo no era eso. “Vos me entendés, Ariel; yo estoy en otra cosa, no hago sociales”.

Mentira. Lo que mi colega acababa de expresar era mentira.

Ahora bien, ¿por qué fingió? Las respuestas podrían abarcar un sinnúmero de motivos posibles, aunque deduzco que mi amigo se ha tragado sin masticar la carga valorativa desfavorable que en algunos ámbitos acarrea el concepto “video social” (en rigor, la expresión video social podría englobar a la inmensa mayoría de los existentes). Aunque lo juzguemos una tontería, quienes ejercemos el oficio sabemos que existen espacios en los cuales se acepta que dedicarse especialmente a esta franja de la realización audiovisual no cotiza; me consta que algunas personas (en broma o en serio, para el caso da lo mismo) sólo pronuncian o escriben “socialero” buscando en el término un plus de sentido que descalifica. Hemos visto cómo, aquí y allá, se pretende enmascarar la esencia del “video social” adecuando nuevas designaciones a nuevas especializaciones, cuando lo cierto es que ninguna de ellas lo reemplaza ni escapa a su esfera y clasificación.

Valga recordar que, directa e indirectamente, el acto que un realizador de videos “sociales” registra, proporciona trabajo a mucha gente: mozos, cocineros, ayudantes, reposteros, disc jockeys, recepcionistas, lavaplatos, artistas, personal de limpieza y mantenimiento, sonidistas, organizadores de eventos, asistentes… y un amplio etcétera, potenciándose sobre una extensa red de proveedores; además de fotógrafos y realizadores audiovisuales, claro. ¿Por qué, entonces, la farsa? ¿Qué órgano, músculo o tendón de esta realidad mueve a la vergüenza? ¿Dónde pretendemos llegar con ese aire de perdonavidas que se manifiesta tras el “… yo no hago sociales”? Si nuestro oficio, por necesidad o elección, nos pone en este casillero, por qué esa negación, ese capricho por manifestar o aparentar lo que no es.

La respuesta a aquel compañero, que hacía tiempo no veía, fue una seña en mi rostro; un gesto imposible describir aquí, aunque reflejaba muy bien mi desconfianza respecto a sus dichos; no imaginé que mi expresión lo llevaría a bajar los ojos. Yo le hubiese propuesto que buscásemos el modo o el medio de engrandecer nuestro oficio, de contribuir con su respetabilidad; juro que lamenté presenciar el simulacro que lo enredaba en un disparate, una postura que lo convertía en el remedo de un esnob trasnochado. ¿Existe, para el realizador de videos sociales, argumento que encuentre mayor elogio que el propósito que persigue? Me hubiese gustado, además, decir que nada había de malo en asumir los costados reales de una profesión que la sociedad a la que pertenecemos permite existir con dignidad. Pero antes de que pronunciara una palabra, mi colega, ese que no hacía sociales, ya se había perdido entre la gente.

Siempre procuro que mis notas acerquen al lector más de una reflexión y pocas conclusiones. En esta ocasión, también deseo plegarla como una invitación a considerar detenidamente su contenido.

Ariel García
Realizador Audiovisual

Ariel García

Crea tu insignia

ArielArticulosLa semana pasada, en un festejo multitudinario donde algunos camarógrafos trabajábamos, encontré a un realizador que hacía tiempo no veía. ¿Cómo estás?, lo sorprendí. Mi compañero, con una mueca que oscilaba entre la arrogancia y la vergüenza, respondió que estaba muy bien; un segundo después, se esforzaba en explicarme...El Blog de los Fotografos y los Videografos