En el proceso que comprende la construcción del guión, indispensable orientador en  la realización de cualquier cortometraje, existirá un punto donde se establecerán las tendencias y el conjunto de cualidades que definirán a los personajes; llegada esta instancia, y refiriéndome especialmente al trabajo enmarcado dentro del “video social”, me comprometo a acercar a mis clientes material de referencia cultural e histórica relacionado con el tema escogido, también a contribuir con sugerencias y recomendaciones que mi criterio estime necesarias. Esto significa que en uno de los encuentros posteriores, y habiendo trazado ya las líneas principales del audiovisual, tendré preparados detalles respecto a la vestimenta y los accesorios correspondientes a la época o contexto en que situaremos la acción, del mismo modo las direcciones de algunos comercios para conseguir los trajes, ya que no me ocuparé personalmente de alquilar ni reunir el vestuario. La toma de decisiones familiares, también en este plano, puede generar pequeños roces internos sobre gustos y determinaciones, por esto dejo que la búsqueda y elección corran por cuenta de quienes me han contratado.

Cuando en el párrafo anterior, me refiero al cortometraje “enmarcado dentro del video social” intento sentar diferencias con aquellos en los que se ha comprometido a actores y actrices de trayectoria profesional, se dispone de tiempo para montar escenarios, o repetir tomas, y la inversión al servicio de la producción es mayor. En el contexto que defino, sólo contamos con la mejor voluntad de nuestros clientes para interpretar sus papeles, y los emplazamientos donde llevaremos a cabo las grabaciones no serán siempre los más apropiados para los propósitos de la idea original, sino las instalaciones que hemos podido conseguir, ajustadas a los horarios permitidos. Proponer lotes ambientados, a fin de reproducir de manera detallada marcos sociales o históricos, provistos de escenarios de sonido o adaptables esquemas de iluminación, entre otros aspectos relevantes en la construcción audiovisual, podría poner en peligro la concreción de nuestro trabajo, dada la elevada magnitud de los costos; sin olvidar que el cortometraje que concebimos no es la única pieza en el proyecto de un cliente que, por ejemplo, organiza una fiesta de bodas.

Nunca hago difícil, a las personas que me han elegido, la idea que he planeado. Si no es posible conseguir determinada prenda, o pieza complementaria, lo más atinado es demostrar que esto no significa un escollo, que pueden ser reemplazadas por otras; este concepto también se extiende a las locaciones y los accesorios que apoyarán la credibilidad de la historia. Por todo esto es muy importante contar con diversas alternativas en el momento de tratar el tema del vestuario.

Con la intención de destacar en qué medida el vestuario determina y caracteriza a los personajes en la representación escénica, dejo un cortometraje que realicé para ser proyectado en la fiesta de cuarenta años de Silvina, mamá de los dos chicos que actúan en el video y esposa del hombre que los acompaña, también papá de estos nenes. Pongo de relieve, además, el logro sobresaliente de mi cliente, sus hijos y amigos en la representación de los papeles asignados, aspecto significativo que, sumado a un vestuario “correcto”, confieren “efecto de realidad” al producto. Para esta ocasión, determiné la relación de aspecto en 1.33:1, marco que, aun no siéndolo, parece cuadrado a primera vista; acorde a la proporción que solía usarse para la gran mayoría de las producciones en el cine mudo.

Respecto a la vestimenta de los chicos, nos basamos en la que usa el pequeño Jackie Coogan en la película: “The Kid” (El pibe, El chico, El muchacho; de acuerdo a la traducción de cada país) de Charles Chaplin, rodada en el año 1921. De la misma manera para el atuendo del policía.

Para que la conclusión de este audiovisual de ficción, incorporado como soporte de este artículo, pueda ser comprendida plenamente, diré que se enlaza con el momento de la noche en que Silvina “sopla”, junto a su familia, “las cuarenta velas”. En la película, el papá y sus dos hijos desaparecen del callejón sin salida para irrumpir, al mismo tiempo, en la fiesta, llevando la torta de color rosa con sus velas ya encendidas. Los tres, ahora bajo la pantalla gigante emplazada en la pista, se burlan del policía que aún los busca y parece haberlos visto; la sensación que aborda a los invitados es que éste recorre el salón oscuro con la mirada, asomado a su interior; es decir que existe un lapso de tiempo donde se genera una interacción entre la ficción construida en la película (el policía observando) y la realidad de la fiesta (esposo de Silvina y sus hijos, en el salón). Cuando el agente de policía se va, resignado, el papá y los chicos se dirigen hacia el sitio que se encuentra Silvina y la invitan a reunirse con ellos, como la única y verdadera protagonista de un cierre que pretende convertirse en un eslabón entre dos épocas, dos contextos semejantes: la que representa la película y la representada en el lugar donde se desarrolla el evento, ambientado como un casino de los años ’20.

Dejo, por si algún compañero pudiera considerarlo útil, el detalle de las fuentes utilizadas en el cortometraje:

Título específico del corto (El Robo): Euphrorigenic. También suelo usar: Binner Poster MT, aunque no en este caso // Placas de diálogo e información intermedias: Silentina Movie // Créditos: Aprille Display Caps SSK.

Ariel García
Realizador de Videos

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