Las historias que contamos con nuestras fotografías siempre han importado.

En este momento, tenemos una oportunidad única de dar un paso atrás, pensar críticamente en el contexto de nuestro trauma, y tomar decisiones sobre el futuro que queremos construir junto a un contexto histórico completamente único. Pero  los marcos actuales que utilizamos como fotógrafos y narradores siguen siendo adecuado para estos contextos? Por supuesto, los marcos solo tienen éxito cuando son construido sobre el contexto. Y con frecuencia, este contexto es lo que separa el fotógrafo y el sujeto en la comunidad cual se esta fotografiando. Deberíamos preguntarnos a nosotros mismos (los narradores visuales) que tomemos en cuenta o consideremos como podemos contextualizar la historia de una manera que componga una historia entera dentro de la misma estructura de la comunidad cual está siendo documentada. Pero esa nueva estructura debe ser creado explícitamente por aquellos en esa comunidad? ¿Un marco de referencia realmente funciona cuándo vivimos en una sociedad tan arraigada en la diversidad? Hay muchas preguntas que como ajenos a ciertas comunidades que no son como las nuestras, debemos hacernos antes de entrar en tal comunidades.

Como fotógrafos, hay una obligación moral de escuchar y comprender la historia primero antes de intentar contarla. Una comida compartida, una reunión del consejo municipal, un paseo por el barrio; la fotografía tiene tanto que ver con la empatía como con la creación de una imagen compuesta. Sin la conexión entre el fotógrafo y la historia que están contando, realmente no hay historia en absoluto.

La fotografía tiene poder; su poder se ha utilizado a menudo para promover ideas peligrosas que fomentan prácticas sociales opresivas hacia ciertos grupos marginados; y depende de cada uno de nosotros educarnos para alejarnos de ese tipo de imágenes.

A medida que buscamos indigenizar o descolonizar nuestra práctica en la toma de fotografías, archivos y otras formas de documentación, es imperativo evaluar cómo percibimos a otros humanos. Es crucial ser honesto sobre cuánto hemos internalizado las ideologías racistas que se han arraigado profundamente en nuestras sociedades en todo el mundo. Parte de descubrir esa verdad es estar presente, escuchar y estar abierto a lo que se revela durante los esfuerzos para desafiar proyectos problemáticos. Es un trabajo que debe emprenderse específicamente si uno se ha beneficiado de las estructuras, políticas e instituciones racistas. Es un trabajo personal.

Es difícil y lo más importante, es una tarea para los valientes. Este trabajo beneficia a todos. El racismo es violento, limitante y antinatural. Esta autorreflexión hace toda la diferencia en el avanzar la conversación hacia adelante.  Creyendo que un  grupo es el prototipo de la forma humana nos limita a todos. Cuando los fotógrafos se paran en el espacio de la jerarquía racial y no logran ver la humanidad en sus semejantes, uno no puede humanizar otro humano, ni dar voz a alguien que ya la tiene: fallamos como sociedad.

Para crear un mundo nuevo, primero se debe poder imaginarlo.  Debemos ser sinceros sobre el daño causado por la relación jerárquica entre el fotógrafo y el sujeto, por la intersección de esa relación con el racismo y el sexismo. Debemos reconocer los efectos sociales de nuestras fotografías. Solo entonces podemos comenzar a utilizar la fotografía como una herramienta para el empoderamiento en lugar de una herramienta que representa su propia violencia.

 

 

 

 

Source: Photographers Guide by Authority Collective , Photo Shelter.

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