El Disertante Obrero

Jun 17th, 2013 | By | Category: Articulos

Disertante Obrero

Disertante y Discurso

La Real Academia Española asegura que “disertar” es razonar, discurrir detenida y metódicamente sobre alguna materia, bien para exponerla, bien para refutar opiniones ajenas. Luego, “disertante” define a la persona que diserta.

Como autor que aún recuerda las observaciones de los postformalistas rusos, me tomaré la licencia de añadir unas líneas al significado. Agregaré que “disertante” evoca, además, a ese ser social que de cara al auditorio despoja al lenguaje de su virtualidad para poner en juego la interacción comunicativa. Es, también, “conductor, vehículo y carretera” del discurso.

Cuando, en el párrafo anterior y refiriéndome al disertante, anoto “ese ser social” rechazo, con Mijaíl Bajtín, la idea de un “yo” individualista y privado. Según el filósofo del lenguaje, cada individuo constituye un colectivo de numerosos “yoes” que ha asimilado a lo largo de su vida. También nos dice que esos “yoes” (algunos provenientes del pasado) perviven en el lenguaje, conclusión que nos vuelve a acercar al discurso y su articulación.

La definición de “discurso” admite enfoques diversos. Asumiendo el riesgo que conllevan los apuntes breves e incompletos, me gustaría plantearlo aquí como el mensaje, oral o escrito, que “tiende” a completarse con la comprensión del destinatario. Aunque esto sólo se logre en parte, ya que todo enunciado, por más terminado e  importante que fuese en sí mismo, es tan sólo un momento en la comunicación discursiva continua (Voloshinov-Bajtín).

¿Qué son las ponencias, charlas y conferencias, sino discursos cargados de ecos de otros discursos.


El orador-realizador

Por agitador y enunciatario del discurso audiovisual, por arriesgar sus reflexiones en el escenario donde, parafraseando a Barthes, las nociones no se “muestran” sino que se “demuestran” y se sostiene también desde el lenguaje, quiero distinguir la voz del “disertante obrero”.

Importa destacar que el disertante obrero de este artículo y contexto no se caracteriza, especialmente, por ser un desaforado viajero; es cierto que estimula la expansión del saber y promueve la trascendencia del discurso, pero se halla tan lejos del snob cuya mayor ambición es asombrar con andanzas que empequeñecerían al mismísimo Marco Polo como de los mercaderes de los workshops. Tampoco representa en mi reseña al realizador audiovisual que ha renunciado a su oficio para reaparecer en las tablas con el rótulo de Conferenciante Profesional. Al disertante obrero que describo podemos hallarlo sobre la tarima, comunicando ideas y conocimientos, enseñando, pero también abajo, en las aulas de los foros, por ejemplo, discurriendo y compartiendo ansioso su experiencia con un grupo de personas que no pagará por sus aportes. Sabemos que en esas comunidades en línea la traslación del conocimiento encuentra sus fundamentos en valores de tonalidad altruista: dar sin recordar y recibir sin olvidar; por esto, difícilmente encuentres allí el nido del Conferenciante Profesional, rara avis (ave desconocida y rara) en los cielos de los foros, sitios donde el billete más grande que circula lleva escrito, en ambas caras, sólo la palabra Gracias.

Me aparto del ponente que, ostentando su erudición tecnológica, pretende inculcárnosla como única experiencia válida. No me seduce la lección del camarógrafo arrogante que toquetea un iPad, en la plataforma de los oradores, si la epicondilitis no ha clavado jamás un dardo en la cara externa de su codo.

El disertante obrero es, además, aquel que teme y se inquieta porque sabe que los rincones de los salones de fiestas nunca son los sitios más seguros para resguardar equipos que, si se dañaran, quizá no pudiera reponer. El disertante obrero de estas líneas encarna, ¿por qué no?, a un modesto gladiador audiovisual que, en la arena de las madrugadas, encontrará el descanso sobre sus rodillas antes que en las patas de una silla.

El  término “obrero” llega hasta este texto desde el latín “operarius”;  es, fundamentalmente para nosotros, aquel que “opera” la cámara, que graba, que edita y transpira en un mundo concreto. Es el que construye la “obra”, vocablo que viene de “opera” (trabajo), emparentado con “operarius” (el que trabaja).

El discurso del disertante obrero abriga, irremediablemente, el proceso vivo de la referencialidad. Entraña la proeza del realizador que sigue apostado para rescatar recuerdos, no la grandilocuencia del chamuyador que enreda y desafina. Es la palabra poderosa que procede del que “está adentro”.

Mi escrito no intenta presentar el discurso del disertante obrero como el único válido o capaz de contener argumentos relevantes y de provecho; el propósito de esta nota es subrayar su presencia, no sólo como actor necesario en el terreno de la estricta ejecución de su oficio sino también en el plano de los géneros discursivos, destacando su voz entre otras voces.

Ariel García
Realizador de Videos
Ariel García


One Comment to “El Disertante Obrero”

  1. Ariel says:

    La imagen que acompaña este artículo, un micrófono, cuyo cable forma una medialuna, superpuesto por una videocámara, busca semejar, aunque con variaciones en el significado, a la hoz y el martillo, símbolo archiconocido por haber sido adoptado, desde 1917, por la República Soviética Rusa para incorporar en escudos y banderas; aunque es lícito aclarar que el emblema es anterior. Del mismo modo que el empalme de la hoz y el martillo siempre ha representado la unión de los trabajadores, la figura que yo he compuesto busca simbolizar, además, el acoplamiento de dos oficios, dos particularidades: realizador-orador / videocámara-micrófono / obrero-disertante. Evoca al trabajador audiovisual que ha decidido arriesgar sus reflexiones desde un escenario, con el propósito de transmitir conocimientos basados en la experiencia directa.

Leave a Comment