Filosofía del Video Social 2: Cinematografía de Bodas

Jun 23rd, 2014 | By | Category: Articulos, Videografos

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Introducción

Hace pocos años, comenzó a extenderse entre el colectivo de realizadores un enunciado que, sin establecer claramente un concepto, aspira convertirse en una categoría dentro de la composición audiovisual: la Cinematografía de Bodas.

¿Reúne, la denominada Cinematografía de Bodas, elementos para ser considerada una clasificación o constituye sólo una expresión hermanada con la mercadotecnia? Porque si, como he leído y escuchado, las obras enmarcadas en esta condición comparten y revelan una cosmovisión, no se trataría entonces de una “nueva especie”, sino de una “versión remasterizada” de la melodía treintañera que los realizadores audiovisuales vienen entonando hace tiempo.

El Cine, viejo amigo del videógrafo

Quienes ejercemos el oficio percibimos, de cuando en cuando, una “oleada de cine” que nos salpica o empapa. Las expresiones ligadas al séptimo arte siempre han seducido al videógrafo, sólo que antes de la masiva presencia de las DSLR en el mundo de la construcción audiovisual no nos arriesgábamos a integrarlas con tanta audacia en nuestros planes publicitarios. En la actualidad, esa atracción por el cine ha consentido la pretensión peregrina de aplicar el término Cinematógrafo de Bodas a un realizador audiovisual, lo que es definitivamente erróneo ya que “Cinematógrafo” es un aparato, un dispositivo capaz de filmar y proyectar imágenes en movimiento; el término, aunque en ocasiones se extienda al espacio donde se exhiben las películas, jamás podría acomodarse a una persona..

Ya en los años del video analógico, un grupo de amantes del cine nos volvíamos locos para que la imagen lograda en nuestros trabajos se pareciera a la que mostraba la gran pantalla, ¿era “el típico grano” unos de los misteriosos generadores de tan marcada diferencia, entre un producto y otro, a nivel visual? Había mucho más que eso, lo sabíamos, y queríamos estar cerca; por eso rebuscábamos literatura con la que incorporar nociones técnicas y estéticas, estudiábamos en escuelas y universidades, aguzábamos la inventiva y fabricábamos filtros fantásticos, vías de hierro “doble T” para facilitar el travelling y otros artilugios extravagantes. En el afán por aproximarnos un paso a Welles, y vincular nuestro humilde trabajo con su magnífica obra, uníamos planchas de gelatina, una conjunción de color y pantalla oscura en el mismo filtro. Aplicábamos bandas negras de diferentes medidas a la lámina virgen y obteníamos como resultado franjas de sombra suave sobre los objetos. Pero nunca pudimos alcanzar la indeterminación e intriga plasmadas en Citizen Kane, filme en el que, ocasionalmente, se combinaron objetivos de distancia focal corta con grandes angulares y película más sensible, logrando esa profundidad tan especial. Persiguiendo al genial Néstor Almendros llegué a “iluminar con botellas”, es decir, interponer más de una botella de vidrio coloreado ante fuentes lumínicas, el propósito era alterar la tonalidad original de la emisión, que otorgaría como resultado una variación en su temperatura cromática; el efecto era muy sugestivo. De este modo pude expresar, entre otras cosas, la variable luz del día en un corto de ficción, realizado para una pareja a punto de contraer matrimonio. Aquellos realizadores de videos “sociales”, también buscábamos traer a nuestras creaciones pizcas del arte y encanto de esa fantasía fascinante que llamamos cine.

Muchos, entre esos “filmadores” que nos reuníamos cada semana para sumergirnos en la nouvelle vague y desentrañar el trabajo de François Truffaut o Jean-Luc Godard, por citar sólo algunos, sabemos que al “cine” no lo caracteriza especialmente la estrechez en la profundidad de campo. Cuando llegó a mis manos la “inconseguible” Metrópolis (Fritz Lang, 1927) obtuve también la certeza de que en ella cada cuadro era esencial.

Conclusión

Dicen que buena parte de los productos que los autores encuadran en la Cinematografía de Bodas comparte similitudes; esta aseveración puede ser cierta, ya que en la actualidad cuesta encontrar videos que rompan con la insistente práctica de incluir narraciones autobiográficas en el material editado, me refiero a la voz en off que relata situaciones relacionadas con la vida de los personajes, de la pareja protagonista. Sin embargo, esto tampoco es nuevo. Lo escrito no significa que considere inadecuado el recurso, sólo que, en algunos casos, estas posturas audiovisuales podrían dejar en evidencia tanto a seguidores que, por gusto o comodidad, las reproducen de manera abusiva como a profesionales que creen innovar cuando, en verdad (y sin saberlo), sólo calcan fórmulas que desconocen fueron empleadas anteriormente por los realizadores de videos “sociales”.

Según mi criterio, y en lo que a construcción de videos de bodas se refiere, las cosas no han cambiado demasiado en muchos años; reafirmo esto, aunque suene a injuria o desafío. El advenimiento de la tecnología digital, que hemos aprovechado, los soportes y la posibilidad que ha acercado la Internet en lo referente al aprendizaje por curiosidad han permitido que, en muchos aspectos y entre otras cosas, hoy se realice “mejor”, se componga “mejor” y se aprecie “mejor”, pero lo cierto es que, con exclusión del formato y las herramientas que aportan una cadena de softwares específicos, el concepto que representa una boda, el significado, siempre ha sido perseguido por los realizadores idóneos.

Desde el inicio, el profesional del video procura no decepcionar al cliente, su preocupación y responsabilidad desconocen la existencia de un público “legión” para su producto. Si bien es cierto que el videasta re-construirá la realidad (la volverá a construir) en un audiovisual que modelará el mundo del espectador, los personajes concretos de su obra existen y existirán bajo idénticas condición e identidad, dentro y fuera de ella. Una boda “sucede”, más allá de nuestra intención de grabarla; no constituye una aventura que hemos preparado para que parezca real, los personajes trascienden nuestra composición.

Imaginar el Cine de Bodas como género es pensar en una categoría de conclusión predecible, un rango donde el espectador conoce, de antemano, la intención y el desenlace. No hablo de nuestra voluntad o destreza para componer una obra, que sin dudas será sobresaliente en muchos casos, sino del carácter del suceso, de su naturaleza, que también incorpora individuos o grupos de personas en un marco de episodios reales, no representados. En una boda deviene la vida, imprevisible y sorprendente, no el próximo renglón de un guión cinematográfico.

Estimo que el diverso material de archivo que manipulamos, tanto en procesos de compaginación como edición, para mostrar la realidad de una boda de forma audiovisual, acerca nuestra obra a la expresión documental.

Como he manifestado en la primera entrega de este proyecto, en mi enfoque, la Filosofía del Video Social se concibe como un sistema que estudia el modo en que los realizadores audiovisuales “crean” el video social y ahonda tanto en el contexto donde ejercita su labor como en el propósito final de la obra que compone. Reflexiona respecto a su papel en el escenario social y aborda el conjunto de hechos y circunstancias con los que se topa al desempeñar su labor. Según mi parecer, respuestas claras y concretas a determinados interrogantes permitirán reconocer y actualizar su misión, como también acercarnos a la verdadera magnitud de su rol, sin subestimarlo ni mistificarlo.

 

Ariel García

Realizador Audiovisual / Junio, 2014

Proyecto Filosofía del Video Social: https://www.facebook.com/filosofiadelvideosocial

Ariel García

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