La primera novia del filmador

May 27th, 2013 | By | Category: Articulos

Un relato verosímil

El “filmador” asoma medio cuerpo por la ventana que da al jardín, contempla el cielo y, con una mueca de alivio que compromete también el tono de la voz, le dice a su esposa que ha dejado de llover. Lo sabía, el “pampero” descompone cualquier tormenta, interrumpe su suegro, hasta las más bravas, ¿te conté cuando trabajaba en General Pico…?

El filmador acaricia a su mujer con un beso apresurado. “Suerte, mi amor… “, grita ella, cuando la figura de su marido, alejándose por el pasillo, tiene el tamaño de la mano que lo despide. Él, sin girar la cabeza, responde alzando un poco el brazo con que carga el bolso de la cámara y sale a la calle. Respira el primer aire fresco de la noche.

Las personas que decoran el salón se desplazan con la rigurosidad de una pequeña escuadra, la voz del logista, o mejor, el especialista contratado para embellecerlo, se oye aguda y contundente: las flores no van aquí, cuidado con los centros de mesa, son de cristal y muy frágiles, retiren este mantel y reemplácenlo por otro que haya sido planchado como se debe…

Se apaga la imagen proyectada en la tela y una sombra indica a la chica de quince años que es momento de cruzar el portal (ella comienza con un paso desparejo que quiere parecer audaz) y entonces los aplausos se combinan con los besos y las lágrimas para sumergir la secuencia en un cóctel de alegría y amnesia, un momento de afectos agitados que otro día el video sabrá contar. Viste mamá, te dije que esos zapatos no me iban a dejar caminar con soltura.

La música inicia con un grupo de adolescentes irrumpiendo en la pista como un racimo bailarín. El filmador se desplaza con tranquilidad, atento a los cambios de ritmo y grabando la llegada de nuevas parejas al perímetro.

En este escenario, habitual para el filmador, un dios menor le detiene brevemente el pestañeo, justo en el instante que el párpado cubre el ojo, y recorta una figura en su retina, intempestiva, con un brillo que el visor de la cámara no podría imitar. Es un cuerpo de mujer, un contorno que encaja en el calado que su memoria guarda entre la pena y la nostalgia. Despega el pómulo del ocular, baja la cámara y entrecierra un ojo. Llega la certeza. El filmador asegura ahora que, con la práctica de su oficio, ha desarrollado un don, una habilidad compartida con otros compañeros. La gran cantidad de fotografías y viejas cintas que sus clientes le acercaron a lo largo de dos décadas fueron concediéndole la posibilidad de observar y comparar a las personas en distintos períodos de sus vidas, este ejercicio, aunado a su memoria sobresaliente y un carácter detallista y curioso, le permite reconocer sin dificultad a amigos o conocidos que no ha visto en muchos años, como si en su imaginación hubiese evolucionado la capacidad de ignorar el paso del tiempo que hiere los rostros.

Laura, pronuncia el filmador bajo la música, con la voz de quien no quiere romper el tono grave. Ella gira, sorprendida, intenta unir las cejas pero aprieta una sonrisa que por un segundo la devuelve a la niñez. Cómo estás, Laura…

Él recordó la medalla que partieron en el camino de hamacas y toboganes, que diecisiete era el nombre de su edad, los desayunos en el bar, frente al Colegio Nacional, los locos dramas por una mirada insignificante…

Bien, estoy muy bien Ariel, ¿y vos…?, respondió Laura, después de quince años.

Ella recordó la carta de amor que su primer novio, en una hoja cuadriculada, le escribió para siempre, el roce audaz de las manos que sujetaban sus hombros, también recordó que antes soñaba…

Bien, aquí me ves, trabajando.

…cuando salían a recorrer las veredas de la ciudad, un perfil que sonreía (siempre sonríe y me amarga algunas tardes, piensa él), una graciosa bufanda de rayas blancas y marrones…

Nunca hubiese imaginado que te dedicarías a esto, a filmar, digo; tengo presente el día que discutiste durante horas con mi viejo porque te dijo que salvar al mundo “con la fuerza de la palabra” era imposible, una utopía.

… los brazos como las cadenas de una hamaca tambaleándose sin control (ella es quien yo amo y estoy, sin saberlo, feliz), la cintura y las caderas…

Soy yo el que ha perdido su fuerza, no la palabra, Laura.

… el sexo encabezando otro curso, la policía interpelándolos por un beso breve en el banco de la plazoleta Suecia, las pecas que se alborotaban con el sol…

Consagro casi todo el tiempo a la pintura, menciona ella, parece que mi trabajo ha interesado a las personas indicadas, obtuve algunos premios, también…

… cuando él la esperaba apoyado en el umbral de la ventana, frente al taller de arte, los bocetos y las carbonillas, el olor de los esmaltes, su empecinamiento por encontrar la tonalidad variable del fuego…

Él es Ariel, aclara ella. Mucho gusto. Encantado. Laura me habló respecto a su pasado; podrás entender que es algo incómodo, para mí, estar frente a quien fuera el primer amor de mi mujer. Eso fue hace tiempo, aclara el filmador. Es cierto, remata el esposo, pero igual me incomoda. Te espero en la mesa, no tardes Laura, sirvieron los platos…

La fiesta agota el espacio donde se esparce y quiere marcharse con la consumación de cada pequeña etapa. Los invitados se van. En la madeja de palabras que, por las esquinas del salón, inventa, vocifera y recoge la despedida se enredaron dos recuerdos, simétricos y lejanos.

… el llanto y un noviazgo arrinconado en un ahogo, el adiós…

Adiós, Ariel.

Adiós, Laura.

 

Ariel García
Realizador de Videos
Ariel García

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